Hay de todo en la viña del Señor, eso, es innegable, y más cuando me topo con noticias como estas que hacen que me pase días y días riendo a carcajada limpia. Ojo al figura que os traigo hoy.
Amar Mahant es un señor indio (de los que tienen plumas no, de los otros, de los de Indialandia) que un buen día se despertó y pensó: “Oye, pues hoy voy a levantar el brazo para honrar al dios Shiva, que me parece que no tengo que hacer”. Y allá que se puso, brazo en alto. Al principio se pararon muchos taxis y cada vez que iba a un bar, el camarero se volvía loco. Pero luego se fue acostumbrando, la gente pasaba ya de él. Con el tiempo, aquello atrajo la atención de muchos curiosos, que pusieron en un compromiso al buen hombre. Vamos, que a lo tonto a lo tonto, lleva el pobre 38 años con el brazo derecho levantado. Sí, sí, como os lo cuento. Él dice que lo hizo para abandonar la vida material que llevaba y entregarse a la admiración y devoción del dios hindú de la destrucción, mejor conocido como Shiva (que no “chiva”, cuidadito con meterse con este, que tiene seis brazos y pega las hostias de tres en tres). PUES YO NO ME LO CREO. Así que he puesto mi cabeza a funcionar y a darle vueltas al “porqué”, el motivo que lleva a un hombre a tener el brazico ahí, estirado durante casi cuatro décadas, ocho lustros. Puede ser que Amar (sí, lo llamo Amar porque ya hay confianza) viese un burro volando, lo señalase para que los demás mirasen, y, como ya nadie cae en esas cosas, pues se enfadó y dejó el brazo así en señal de protesta. Puede ser que se estirase y se le quedase el brazo encajado. Puede ser que fuese un nazi apasionado que no se enteró de que Hitler murió en 1945 (porque...murió, ¿no?). Puede ser que, como Barney Stinson, fuese a chocar los cinco con alguien, pero pasaron de él, y en señal de protesta no lo bajó (si fue así, ¡vaya amigos más cabrones!).
Fuera como fuese, a Amar ya solo le queda un trozo de carne y hueso, acoplado al cuerpo, con unas uñas tope asquerosas, porque claro, ¿cómo vas a cortarte las uñas si no llegas? Que digo yo, tener el brazo levantado e inmóvil tiene que ser tela de incómodo, ¿no? Para cruzar una puerta, para tocar el piano, para cocinar... Pero tiene sus ventajas, si quieres rascarle el cuello a una jirafa ya tienes el brazo ahí preparado. Oye, nunca se sabe, cosas peores he visto.