Con sus paletas separadas cual moderna hormonada, su palestina al viento y su voz que, sigo insistiendo, me recuerda a la del Risitas, Juan Manuel Sánchez Gordillo (“Gordi” para los amigos) encabezó hace poco un “asalto” a dos supermercados Mercadona, uno en Écija y otro en Arcos de la Frontera. El alcalde de la localidad sevillana de Marinaleda y diputado de IU se defendió con las siguientes palabras:
“En este momento de crisis, cuando están expropiando al pueblo, queremos expropiar a los expropiadores, esto es, terratenientes, bancos y grandes superficies, que están ganando dinero en plena crisis económica.”
Que a mí esto me suena un poco al perro del hortelano, que ni come ni deja comer, pero bueno.
En primer lugar, decir que el fin no justifica los medios, señor Gordi, porque lo que usted y sus amiguetes han hecho ha sido robar, deporte olímpico español. Nada lo justifica, ni que sea para una ONG, ni que se lo hayan pedido Gandhi y Marx en sueños, ni ná de ná.
PERO, en el fondo lo entiendo. Entiendo que haya familias enteras que dependen totalmente de Cáritas. Entiendo que se indigne y decida dar un merecido a esta sociedad que rezuma un conformismo apabullante. Lo entiendo, de verdad.
Y ahora todos los políticos españoles dicen que hay que cortar esto de raíz, que dónde vamos a parar, que esto es una desvergüenza, que qué se ha creído el comunista este... Y claro, yo me río muy fuerte y me hago pipí. Porque parece que les molesta más que un pobre hombre haya robado cuatro cosas para dar de comer a familias enteras que que toda la cúpula política del país esté metida hasta el cuello en casos de corrupción y desviación de dinero público. Así que yo aquí me pongo de parte de Gordi, porque me parece el menor de los males de este país.
Pero claro, aquí lo que importa es que ese hombre haya robado, que esté alterando a las masas, que incite al pueblo a sublevarse contra el p*to gobierno. (Censura patrocinada por el horario infantil.)
Informándome un poco por el Internés, he descubierto que el pueblo de este señor es como una mini-Andalucía: tierra de jornaleros y trabajadores que antaño estaban oprimidos por terratenientes oligarquistas, pero que a base de insurrecciones, revueltas y ocupaciones han conseguido ser libres y (semi)independientes. Bueno, quizás en esto último no se parezca tanto a Andalucía. Es decir, que mola un pegote.
Y yo me pregunto, ¿en qué momento empieza a pesar más una cosa que otra? ¿En qué momento la gente se olvida de lo “mucho bueno” y toma más en cuenta lo “poco malo”? Porque para mí lo que este hombre ha hecho es un acto simbólico, no creo yo que Mercadona se vaya a arruinar por tres carros. Es como el cuento de Robin Hood, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, y no recuerdo que a Robin lo metieran en la cárcel ni nada, es más, al final se llevaba a la zorra.
Pero parece ser que España a la gente ya solo le gustan los cuentos que nos cuentan los políticos.