Parece
que hoy en día todo es arte: un lienzo en blanco, una silla puesta del revés,
un vídeo de personas en silencio con cara de pena, una montaña de objetos rotos
recogidos de la basura… Surgen artistas hasta de debajo de las piedras, todos
con ansias de cambiar el mundo, de grabar su nombre en el firmamento del arte. Se
estudia a los antiguos y se desfiguran; ya no se alaban la técnica ni la
maestría, sino el mensaje y la finalidad. Hasta la foto borrosa que hiciste en
la boda de tu cuñado puede ser un reflejo de la velocidad a la que vivimos en
nuestra sociedad. Actualmente predomina el contenido sobre la forma. Y esto es
algo que la gente no entiende.
Cualquiera
con una plataforma desde la que emitir su mensaje pasa a ser artista
contemporáneo, y eso genera un desprestigio del mismo. Aunque no debemos
olvidar que también fueron artistas contemporáneos Picasso (Las señoritas de
Avignon), Matisse (La danza), Duchamp (Fuente), Dalí (La
persistencia de la memoria), Magritte (Los amantes) o Miró (Mujer
y pájaro). Este movimiento surgió a principios del siglo XX como reacción
contra los cánones establecidos durante los siglos anteriores: se cambiaron las
técnicas pictóricas, los materiales de las esculturas y el lenguaje para
reflejar una sociedad que estaba cambiando a pasos de gigante. Se utilizaba
papel de periódicos para hacer collages, Matisse desfiguraba el cuerpo
humano (¿qué hubiese pensado el Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci?),
Pollock espolvoreaba sus lienzos gigantes para crear pequeñas islas de color y las
esculturas se estilizaban y se alargaban, perdiendo la forma humana, como los
elefantes de Dalí.
Marcel Duchamp y su famoso urinario Fuente
Pero,
¿qué es, hoy en día, el arte contemporáneo?
Hace
poco, visitaba una exposición y un hombre nos estaba explicando a un grupo de
personas las distintas obras allí exhibidas. Al llegar a una composición sobre
los estratos de la Tierra (conformada por varias torres de prendas graduadas
según su color), un hombre mayor exclamó “¿En serio pretendéis que crea que
esto es arte?”. La voz de este hombre era la materialización del pensamiento
popular actual. Surgió entonces un debate entre los allí presentes sobre qué
podemos considerar arte y qué no. ¿Qué diferencia esto de cuando tu madre te
dobla las camisetas y te las amontona? Sin duda, el autor de aquella obra había
querido transmitir un mensaje, una imagen. Así pues, algunos dirán que todo aquello que
transmita un mensaje, un sentimiento, es arte. Otros dirán que es todo lo
nuevo, lo innovador, lo que no se ha visto. Pero es que resulta que yo ya me he
cansado de ver sillas del revés.
Sillas de Karen Ryan
Quizás
lo más importante es aclarar quién decide qué es arte y qué no es arte. ¿Debemos
asumir que todo lo que vemos es arte? No, tenemos que aprender a fomentar un
sentido crítico. El arte se ha individualizado: ya no se habla de que tal autor
es bueno, sino de que tal autor es bueno “para mí”. Hay que abrir la mente,
observar, escuchar al artista y tratar de entender el mensaje, e incluso darle
una nueva interpretación desde nuestro punto de vista. Esto es lo que el arte
lleva necesitando durante siglos: una capacidad del espectador para pensar y
entender que el arte se puede dar alrededor de él y no solo en un cuadro de Van
Gogh o de Goya.